En un ejercicio de honestidad emocional y autoconocimiento, Juan Carlos Albelo ha compartido una valiente reflexión sobre la relación con su padre, marcada por la intermitencia, el abandono y, finalmente, el perdón.

“La verdad es que mi papá no estuvo. Sí, sabía quién era. En algún momento me ayudó. Pero la realidad es que fue muy intermitente en mi vida. Y eso duele. Esos dolores me llevaron a abandonar ciertos vínculos emocionales, a protegerme”, expresa.
A pesar de la ausencia, la historia no está narrada desde el rencor. Hay en sus palabras una madurez construida a través del proceso terapéutico y del tiempo: “Si él viviera, tal vez la historia sería otra. A pesar de lo mal que pudo haberse portado, yo no lo curé en vida… pero en su ausencia hubo perdón. Desde mí. Desde mi forma. Desde mi proceso.”
Lejos de evadir las conversaciones difíciles, el mensaje es claro: enfrentarlas es parte de la sanación. “No les tengo miedo. Porque voy a terapia con frecuencia, porque estoy en un camino de curación. Porque en cada pregunta busco respuestas. Lo peor que puede pasar en una conversación difícil es que aparezca la verdad. Y eso, en realidad, es lo mejor.”
Con una mirada introspectiva, concluye con una metáfora poderosa: “Ir a terapia es como ir a la escuela de la vida. Solo que esa clase incluye la materia de la felicidad.”
Este testimonio es un recordatorio de que sanar no solo es posible, sino necesario. Y que a veces, el verdadero crecimiento personal comienza con el valor de mirar hacia atrás, perdonar y seguir adelante.