
Kiko, hablemos del camino a la fama. ¿Qué ha sido más difícil para ti: las subidas o las bajadas?
Mira, la gente siempre habla de las bajadas, pero a veces lo más fuerte son las subidas. Esa subida de fama te puede volver loco. En las bajadas uno encuentra a Dios, pero en las subidas… el diablo te agarra de la mano, literal.
¿Cómo te afecta eso emocionalmente?
Es fuerte. En la bajada tú te encuentras contigo mismo, reflexionas, ves hacia atrás y hacia adelante. Pero en la subida, cuando todo el mundo te está mirando, cuando hay aplausos por cada persona que se te pega… eso da miedo. No miedo de perder algo, sino de todo lo que viene. Si no estás preparado, te arrolla.
¿Te sentiste así cuando te llegó tu momento?
Uf, claro que sí. Cuando llegó la verdadera subida, fue como estar a 250 grados al sol. Me dio vértigo. Todo el mundo encima de mí. Tú lo sabes, tú que llevas tiempo en esto: esa presión de estar en el foco todo el tiempo. Si tú no tienes la mente bien puesta, eres un barco a la deriva.
¿Y tú cómo has logrado mantener el enfoque?
Gracias a Dios, yo ya estaba preparado. Llevo años en el entretenimiento, incluso antes de cantar. Fui peluquero, maquillador, trabajé detrás de cámaras con artistas. Eso me dio otra visión. Pero aun así, cuando te llega la pegada de verdad, la fama intensa, todo cambia. Si tú no sabes quién eres, te pierdes fácil.
¿Qué le dirías a un artista nuevo que está viviendo su primera "subida"?
Que se agarre. Que no se crea el cuento completo. Que se prepare, porque en la primera subida uno casi siempre se pierde. Después, cuando ya entiendes cómo funciona todo, ya sabes cómo moverte. Pero esa primera vez… uff, hay que tener cuidado.