Para muchas mujeres, la maternidad llega como una experiencia transformadora, pero también como un territorio desconocido, sin manuales ni instrucciones. Así lo vivió Luz García, quien confiesa que ser mamá es su mejor rol. Una afirmación poderosa que refleja la profundidad y el impacto que tuvo la llegada de su hijo Miguel Ángel.

Para la comunicadora su vida cambio radicalmente cuando se convirtió en madre, aunque destaca que siempre fue una persona responsable, madura desde muy joven, incluso más allá de lo que la edad sugería. Esa madurez temprana, según afirma, la llevó a tomar decisiones que quizás no todos comprendieron, como enamorarse de una persona mucho mayor, casarse joven y asumir compromisos con seriedad.
La llegada de Miguel Ángel no solo transformó su día a día, sino que redefinió sus prioridades. “Yo pensaba que el cambio de la maternidad era algo orgánico. Pero no. Es profundo, es de raíz. Te cambia el propósito, la razón de ser. Sabes que ahora tienes a alguien que te observa, que se guía por tu ejemplo”. La maternidad, sin borrar su identidad como mujer o como individuo, le dio un nuevo norte.
Vivir una separación con el padre de su hijo también trajo consigo nuevas lecciones. No fue el dolor lo que la hizo comprender mejor a sus propios padres, sino la experiencia misma de ser madre. “Yo ya los comprendía desde antes, pero cuando pasé por todo ese proceso, me hice la promesa de no repetir ciertos errores. Uno aprende del contexto, de lo que vivieron nuestros padres, pero también de lo que queremos ser como madres”.

En la era digital, donde las redes sociales exponen la vida personal al escrutinio público, ella se mantiene fiel a su esencia: compartir lo necesario, proteger lo íntimo. Aunque valora el impacto positivo que las redes pueden tener en su trabajo, reconoce que hay límites. “No vivo esclava de las redes. Creo que hay cosas que deben quedarse contigo, que forman parte de tu privacidad, y eso no se negocia”.
Viviendo como madre soltera, se enfrenta a las realidades modernas de la crianza, donde los términos y conceptos a veces generan conflictos. “A su padre todavía le molesta que yo use el término madre soltera. Pero eso es lo que soy. Eso no quiere decir que él sea un padre ausente, pero la realidad es que vivimos Miguel Ángel y yo, juntos, enfrentando el día a día”.
A través de su relato se evidencia que ser madre no es simplemente un rol, es una decisión que se reafirma a diario, que se construye con amor, errores, lecciones y mucha entrega. La maternidad no la cambió porque le faltara dirección, sino porque le dio una nueva brújula: su hijo.